miércoles, 22 de junio de 2011

Algunas conclusiones complejas


Como primicia del ensayo filosófico Los abismos maquinales de la Escuela de Frankfurt (Zelig Editores, Rusia, 2011), en el que el escritor salvadoreño Ramón Gómez G. incluye semblanzas de los gestores de dicho movimiento, Revista Lobo Negro presenta la primera página de este comentado libro.



Algunos estudios asumen todo lo contrario. Otros, como el de Spengler, rivalizan en complicaciones metafísicas con opciones centradas en ciertos algoritmos culturales que tienden a des-decirse cuando no amenazan con des-hacerse a medida que la coyuntura lo exige, cómodamente adaptando su contenido al pensamiento de moda.

Dentro de la escuela de pensamiento de Frankfurt, sin embargo, nunca se incluyó a Hans Perker, el anciano filósofo que educó a personajes ilustres como Weil, Habermas y Weber, quienes fueron finalmente reconocidos como impulsores de dicha corriente. Perker había hablado mucho antes que todos ellos de la condición innata del sujeto al predicado, y del análisis de textos por medios bioquímicos para determinar así su naturaleza marxista, algo que fue duramente criticado por sus semejantes, allegados y parientes.

Asimismo, muchos opositores de Perker destacaron con rudeza la carencia de sustancia en ciertos estereotipos que utilizó para demostrar sus hipótesis más arriesgadas, como el del Hombre Araña como súper hombre, el de Superman como el ser invalidado por las fuerzas productivas y la, llamada por él, “prisión económica de las políticas de masas y del capitalismo neoliberal”, puesto que consideraban a estos personajes precisamente como demostraciones del poder de esos grupos, y no como sus antagonistas, víctimas ni subproductos inconscientes.

Perker no demoró en quitarse la vida. Agotado por años de rechazo y azotado por las caries dentales, producto de la ansiedad que lo llevaba a comer compulsivamente más de dos kilos diarios de käsekuchen, el anciano filósofo se acercó al abismo de la muerte dejando atrás una familia numerosa que no lo extrañaría y una decena de publicaciones en el tintero del olvido marxista.


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* Última imagen tomada a Hans Perker; se lo puede ver con su carretilla cargada de libros mientras se dirigía a las profundidades del mar báltico. Su biógrafo oficial, Blaz Burke, relata que el anciano filósofo recorrió largas distancias durante más de tres meses a pie desde su casa en Frankfurt. Finalmente, lleno de impaciencia por la demora de su auto-aniquilación, decidió lanzarse debajo de un tren.

martes, 14 de junio de 2011

Mitografía de un lemming

En el año 1542, el célebre investigador Alexandre Kubit descubrió accidentalmente un documento manuscrito sobre roca con algo similar a un cincel o una uña potente de pequeño roedor, que podría ser el primer documento autobiográfico de una especie animal: el lemming. Cinco siglos más tarde, el misterio se revela.




De acuerdo con estudios de carbono 14 y de Raxos X, la obra encontrada por Kubit no se trataba de una falsificación. Aunque inicialmente fue muy mal recibida su teoría de que había sido obra de un célebre lemming que vivió en los prados de Europa hacia el siglo XIV y que habría sido el responsable de crear el mito del suicidio en masa de estos roedores, los estudios científicos de su época rechazaron esta posibilidad. Casi quinientos años después, la ciencia moderna asintió tímidamente a la explicación de Kubit, sin corroborarlo del todo, por miedo a las críticas y el rechazo social. Sin embargo, en el año 2003, la revista Nature dedicó un número entero para demostrar por medio de pruebas contundentes que efectivamente el lemming Arthur McCarty, de origen escocés, fue el creador del mito y del texto. Más allá del asombro que causó el hecho de que un animal se diera a la labor intelectual de dejar registro de sus pensamientos por medio de la escritura, no deja de sorprender la delicadeza y profundidad de sus palabras, llenas de un misticismo casi monástico.

“Sentados. Sentados. Silencio. Sentados. El mar ruge a la distancia pero no puede atraparos. Sentados en silencio conversando con la voz interior. Sí, esa que os dice las verdades, que les canta las verdades con dulce voz de misericordia por sus pobres almas. El ser interior. Escuchad, escuchad el sonido de la voz interior ahora mezclada con el rugido del mar. Sentados en silencio la voz se precipita hacia lo hondo del alma. Ahora, levantaos, levantaos. Escuchad. Decidle a la voz interior que le ordene a vuestras piernas levantarse y dar unos pasos hacia el abismo. Caminad. Caminad en dirección al viento, de donde se oye el rugido del mar. El mar os llama, es la voz interior. Caminad hacia la orilla. Apoyaos en la nada, dad el primer paso los que van bien adelante. Los que están más atrás no temáis por los que caen, por los que lanzan su último suspiro hacia el vacío. Ahora, ordenad a vuestro ser interior: 'necesito levantarme y dar unos pasos en dirección al viento', caminad con los ojos bien abiertos, sin temor. Corred, corred. El precipicio, ¡oh!".