Como primicia del ensayo filosófico Los abismos maquinales de la Escuela de Frankfurt (Zelig Editores, Rusia, 2011), en el que el escritor salvadoreño Ramón Gómez G. incluye semblanzas de los gestores de dicho movimiento, Revista Lobo Negro presenta la primera página de este comentado libro.
Algunos estudios asumen todo lo contrario. Otros, como el de Spengler, rivalizan en complicaciones metafísicas con opciones centradas en ciertos algoritmos culturales que tienden a des-decirse cuando no amenazan con des-hacerse a medida que la coyuntura lo exige, cómodamente adaptando su contenido al pensamiento de moda.
Dentro de la escuela de pensamiento de Frankfurt, sin embargo, nunca se incluyó a Hans Perker, el anciano filósofo que educó a personajes ilustres como Weil, Habermas y Weber, quienes fueron finalmente reconocidos como impulsores de dicha corriente. Perker había hablado mucho antes que todos ellos de la condición innata del sujeto al predicado, y del análisis de textos por medios bioquímicos para determinar así su naturaleza marxista, algo que fue duramente criticado por sus semejantes, allegados y parientes.
Asimismo, muchos opositores de Perker destacaron con rudeza la carencia de sustancia en ciertos estereotipos que utilizó para demostrar sus hipótesis más arriesgadas, como el del Hombre Araña como súper hombre, el de Superman como el ser invalidado por las fuerzas productivas y la, llamada por él, “prisión económica de las políticas de masas y del capitalismo neoliberal”, puesto que consideraban a estos personajes precisamente como demostraciones del poder de esos grupos, y no como sus antagonistas, víctimas ni subproductos inconscientes.
Perker no demoró en quitarse la vida. Agotado por años de rechazo y azotado por las caries dentales, producto de la ansiedad que lo llevaba a comer compulsivamente más de dos kilos diarios de käsekuchen, el anciano filósofo se acercó al abismo de la muerte dejando atrás una familia numerosa que no lo extrañaría y una decena de publicaciones en el tintero del olvido marxista.
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* Última imagen tomada a Hans Perker; se lo puede ver con su carretilla cargada de libros mientras se dirigía a las profundidades del mar báltico. Su biógrafo oficial, Blaz Burke, relata que el anciano filósofo recorrió largas distancias durante más de tres meses a pie desde su casa en Frankfurt. Finalmente, lleno de impaciencia por la demora de su auto-aniquilación, decidió lanzarse debajo de un tren.
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